Los Superhéroes existen

Los Superhéroes existen y cuanto bien pueden hacer con tan poco. 



María José es una joven de Gran Canaria, que ha tenido la oportunidad de vivir un verano misionero y de conocer de primera mano la labor de una misionera valiente como Estrella Arjomil, en Mozambique.


De las muchas vivencias que me han marcado durante el mes en tierras mozambiqueñas las resumiría en dos: 

La primera es la alegría de estar, de llegar y sentirme cuidada y recibida con los brazos abiertos, ya desde antes de subir al avión; por conocer a un pueblo joven que vive sus alegrías y sus penas, en medio de situaciones de dificultad marcadas por las necesidades e injusticias pero cada vez con más esperanzas. 

La segunda es el agradecimiento al Señor desde lo vivido, y a todos los colaboradores con los proyectos solidarios por su sensibilidad y estar siempre con el ojo y el oído atentos. Porque sin ellos no podrían ser llevados a cabo, ya que el Señor provee pero ellos también son sus manos ayudando de manera espiritual y material, para hacer posible que Jesús continúe llegando a todos en tantos territorios de misión a través un maravilloso grupo de “superhéroes”, los misioneros

Compartí el mes acompañando a Sor Estrella Arjomil, una valiente misionera gallega, gran mujer y compañera de viaje, en su misión de acompañamiento, tratamiento y formación de los enfermos de lepra en las aldeas de Cabo Delgado. Ella fue la primera en mostrarme que los superhéroes existen y cuánto bien puede hacerse con tan poco. A ella mi afecto por su acogida y admiración por su espíritu de sacrificio, de entrega y trabajo, por su fuerza y sobre todo por su sencillez y el respeto a la dignidad y la ternura de Dios cuando se acerca a todo ser humano, especialmente a los que viven estas situaciones de cruz, a los que llama “tierra sagrada” . Los recursos son pocos pero es capaz de encontrar algo para aliviar y acompañar si no fuera posible solucionar. Y es que a veces las palabras y la presencia son lo único que se puede entregar pero también lo único que se ansía. A 400km de la costa, en el interior de Namuno, visitamos 29 aldeas con el Proyecto lepra en el mato, con sus caminos de tierra de distinto colorido y dificultad, sus cultivos, sus amaneceres y atardeceres. Auténticos regalos que dibujan siluetas de mujeres portando sobre sus cabezas toda clase de atarecos y caminantes, de todas las edades y la mayoría sin calzado y machetes como herramienta de trabajo en mano al regreso de las machambas y charcos y pozos multipoblados para lavar, lavarse o beber y niñas con cacharritos de agua a la cabeza desde primera a última hora de sol. Y niños, muchos, que nos reciben al entrar en cada aldea, que se emocionan con un globo o un caramelo, que en muchas ocasiones es el primero que prueban, y que se disputan las cajitas de cartón vacías donde llevamos el jabón porque son un gran juguete. Seguí el consejo de «déjate sorprender, observa, medita, contempla y guarda en tu corazón otra realidad». 

Todo fue y está siendo hoy un regalo de vida y experiencia. La misión no sólo trata y diagnostica la lepra porque la realidad que encontramos se impone: curas, y tratamientos, transporte de urgencias al hospital más cercano a abuelos enfermos y niños con desnutrición, personas que recogemos por el camino por diversas circunstancias, y momentos de impotencia por no tener medicación o solución para todo. Y hablarles de Dios, sin distinción de credo, que les ama y les acompaña y que les ha dado todo lo que les rodea. En lo personal, ha sido una experiencia de encuentro, reconocimiento y agradecimiento a los dones recibidos, no porque no lo hiciese antes, sino porque desde lo vivido toman un sentido más profundo, más auténtico. Ha sido un tiempo de descubrirme pequeñita, incapaz e impotente. Un tiempo de hacer silencio, y parar. Mucho silencio por la barrera del idioma y la cultura y la incapacidad de comunicarme con soltura, meditar sobre lo vivido, y conectar con lo que el ser humano es, siendo un regalo compartirlo con Sor Estrella y otros misioneros y voluntarios, y aprender a ser acompañante con desapego, sencillez, alegría y confianza, sin embargo, una sonrisa y una caricia se entienden en cualquier idioma. 

Lo cierto es que se recibe más de lo que se entrega, porque “a entregar de verdad” creo que todavía no aprendí. Me maravillan los “superhéroes” que tocan a diario las llagas, lo que son capaces de hacer con apenas recursos y de su cercanía real y amorosa a los que sufren y que tanto enseñan. Descubro la Iglesia como misionera, formada por personas comprometidas en la contribución en favor de un mundo más justo y reconciliado. Un mundo de hermanos. 

Ojalá este sembrar misionero vea frutos pronto que alivianen cargas abriendo ojos y oídos y empodere a un pueblo para que recobre su confianza en el valor de sus gentes y sus tesoros y recursos naturales. Que las sombras de colonialismo, guerra, corrupción, opresión y abusos sigan tornando luces y esperanzas en un pueblo joven con la ayuda y colaboración de todos. Yo que decía que dejaría todo allí, me traje “la maleta” llena de arenilla en los dedos de los pies y picaduras de mosquito en la piel pero también de sonrisas, besitos, abrazos, risas, conocidos, amigos, mil anécdotas, sensaciones y emociones, y canciones que no soy capaz de reproducir pero que escucho en mi cabeza, nuevos sabores, y olores, fotos e imágenes digitales y en papel e instantáneas en el recuerdo y miradas en el alma con nombres propios. Y sin duda, compromisos. Dejo algo pero creo que yo me he llevado lo más grande, ¡Gracias!

Quieres conocer más sobre la valiente misionera, Estrella Arjomil. Puedes hacerlo en
https://www.omp.es/testimonios-misioneros-estrella-arjomil

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